La saeta y lo andalusí se suman a los conciertos sagrados en Marruecos
No es habitual escuchar saetas fuera de su territorio natural, la semana santa. El espectáculo dirigido por Andrés Marín 'la saeta cántico espiritual' se presentó en Fez con un cambio de escenario de ultima hora provocado por las lluvias matinales que dejaron el alfombrado del Museo Batha chorreando agua. No hubo que andar mucho hasta el salón de "la prefectura" que acogió la propuesta con un ligero retraso. En escena un trío clásico formado por clarinete, fagot y oboe con tres cantaores de probada solvencia.
Comenzó Segundo Falcón en el portal de Belén y al rato (maravillas de las elipsis flamencas) estaba cantando al cristo en la cruz, mientras el trío de maderas entonaba unas composiciones que dejaban respirar a las saetas. Arreglos de místicos declarados como Tomás Luis de Victoria, que dedicó alguna de sus composiciones magistrales a la semana santa. En realidad, hubieran podido colar obras de Philip Glass o el 'Sobreviviré' de Gloria Gaynor. De hecho, alguna de las aproximaciones electrónicas internacionales al flamenco (como la de Howie B) nos han llegado por el lado de la saeta, puede ser que por efecto del turismo musical o quizá por la enjundia rítmica que representan ritmos como las bulerías.
Comentaba recientemente Jorge Pardo que existen nuevos compositores en las bandas de tambores y cornetas de semana santa y de hecho el músico de jazz colaboró con la banda de Alcalá la Real en la pasada edición de Etnosur y sin embargo no es habitual ver en un escenario español interpretar este cante.
Jesús de la Mena empezó la suya implorando silencio con ese "¡callarse!" que nos traslada el paso de los nazarenos y la mezcla de azahar y velas que inunda Sevilla. Siguió el tercer cantaor Jesús Méndez una de las voces que han surgido en la última década, emparentado con la Paquera de Jerez, Jesús Méndez demostró que tiene un conocimiento cabal del cante riguroso e interpretó 'El corrido de las Monjas' según lo dejó grabado José el Negro, el legendario cantaor de El Puerto de Santamaría que grabó al final de su vida para el sello de Gonzalo García Pelayo.
La composición tiene forma de romance, una pieza de arqueología comparable a las grabaciones de blues de Alan Lomax que nos retrotraen a otros tiempos cuando aún no existían ni flamencos ni flamencólogos. La atribulada narración describe las cuitas del cantaor, por cierto, comparables a la pasión de Cristo.
Al finalizar su interpretación, el oboe recogió el tema y se produjo la primera y única interacción real entre cantaores y músicos clásicos. El concierto finalizó con una polifonía a tres voces siguiendo la estela de Enrique Morente. El público agradeció el ritual y el trío clásico remató con una adaptación de una saeta, la del silencio, creo.
Por la noche, la suntuosa orquesta arábigo andaluza de Fez dirigida por Mohammed Briouel contó con la participación de las cantantes Beidja Rahal (Argelia), Sonia Mbarek (Túnez), Sanaa Maharrari, Nabila Maan y Marouane Haji (Marruecos). El marco imponente fue amenizado por proyecciones digitales del frontal de Bab Makina que pasaban de lo lisérgico al mareo. Afortunadamente se podía cerrar los ojos y dejarse mecer por la hipnosis de la orquesta y, en cuanto a las cantantes, cada una mostró un estilo, a elegir.
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