sábado, 6 de septiembre de 2014

Deflación y recesión, el BCE tiembla - elEconomista.es

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Deflación y recesión, el BCE tiembla

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Fue el 26 de julio de 2012, en aquella ocasión Draghi pronunció la histórica frase: "Haré lo que haya que hacer, y créanme, será suficiente". Aquella amenaza de utilizar el arsenal del que dispone un banco central iba dirigida a los que apostaron por una ruptura del euro, aquellos momentos eran de un severo dramatismo, existía la posibilidad, y de forma cada vez más cierta, de que la divisa única se rompiera. La amenaza la entendieron todos aquellos que en los mercados financieros situaron o apostaron por aquella ruptura.

En aquel momento los depredadores menores y alimañas bajaron las orejas, metieron el rabo entre las piernas y admitieron que no podían contra el todo poderoso BCE. Ayer, 4 de septiembre de 2014, el BCE tomó medidas drásticas, un hecho aún más histórico que aquellas palabras. Primero agotó las medidas ortodoxas, tipos prácticamente a cero y con un coste en las facilidades de depósito, o tipo de interés negativo, aún mayor. Luego las de emergencia a través de la compra directa de bonos donde se sabe que debe dirigirse la financiación: a empresas no financieras -ABS- y crédito hipotecario -titulizaciones y cédulas hipotecarias- .

Las actuales medidas no son una amenaza de utilizar el arsenal monetario, es ponerlo a trabajar. Aunque todavía estamos pendientes de ver el volumen, se rumorea medio billón de euros. Ahora no hay especuladores en contra del euro, el BCE ve una amenaza de deflación seria así como la posibilidad de que Europa entre en recesión. Detrás de esta medida hay una preocupación o mejor dos: deflación y recesión. La combinación de ambas situaciones con un altísimo ratio de paro nos pone a todos, no sólo a los españoles, a los pies de un futuro negro, muy negro.

¿Tan mala es la situación?

No todos en el BCE se muestran conformes con esta decisión histórica, pero hay "mayoría cómoda", nos dice Draghi. Ahora se vive un momento de calma y pensemos: ¿qué está viendo el BCE, cuáles son las perspectivas? ¿Tan mala es la situación? La respuesta es sí, claramente sí. Ya no somos los economistas agoreros que lo vemos negro y que vemos la posibilidad de una deflación, el BCE también participa de esta visión.

Además, la medida muestra una economía, la de la zona euro, con serio peligro de recesión, incluida Alemania. ¿Acaso pensaban los alemanes y el todo poderoso y ortodoxo Bundesbank que a una economía tremendamente exportadora no le pasaría factura la situación del área euro? Naturalmente que les pasa factura.

La intransigencia de la ortodoxia en aplicar medidas imaginativas, nuevas, y la dilación de varios años en la aplicación de las mismas ha avivado los peores fuegos posibles del entorno macro. Alguien debería explicar en el BCE por qué se ha tardado en admitir que la situación era de máxima gravedad, por qué otros bancos centrales, como el inglés o el americano, llevaron a cabo estas medidas mucho antes, reconociendo que la situación era de máxima gravedad. ¿Ya nadie se acuerda que el BCE llegó a subir tipos de interés al inicio de esta grave crisis? Bienvenidas sean las medidas tomadas por el BCE, el amo de la política monetaria.

Las medidas llegan con retraso

Pero hay otro problema, el relacionado con todos aquellos organismos oficiales adalides de la sobriedad presupuestaria y los recortes sociales, ¿cómo no se han dado cuenta del precipicio a los que nos abocaban? Las medidas llegan con años de retraso y diluyen el efecto ilusión. Ahora ya no sólo se requieren medidas monetarias, en este momento son necesarias que todas las políticas económicas existentes remen en la misma dirección: la lucha contra la recesión y la deflación.

Esa deflación, que para los países muy endeudados, la mayor parte de los países del área euro, les ahogará. Quizá ahora sean capaces de reconocer que es necesario una reestructuración de los créditos concedidos en el pasado. Grecia, sirva como ejemplo, continúa sin salir y no lo hará hasta que no haya una reestructuración de su deuda. Ahora son necesarias profundas reformas.

Países como Francia o Italia deben ser conscientes de donde estamos. También, por supuesto, es necesaria mayor coordinación fiscal y contención presupuestaria, pero no por la vía de aumentar impuestos -qué error dejar que la renta disponible cayera por el empuje recaudatorio en países como España- sino por buscar la eficiencia en el gasto público, podar todo gasto improductivo y activar el productivo.

Más crédito... y que sea más barato

El BCE quiere que repunte el crédito, pero para ello es necesario que los bancos, los prestamistas principales de la economía de familias y pymes, encuentren una demanda medianamente solvente, pero para ello hace falta crecimiento. Además, los bancos ante los test de estrés de este otoño serán aún más reacios a prestar.

El problema no está ya en las grandes empresas, aquellas que han reestructurado y se han adaptado a la situación y que van consiguiendo financiación en los mercados financieros, el problema está en familias y pymes. El BCE, además, debería preocuparse no sólo por acelerar la máquina de la impresión de euros, también por el coste. No sólo hay que poner el euribor a cero, sino preocuparse por el diferencial.

En España antes se prestaba a euribor más 50 puntos básicos; hoy los diferenciales se han ampliado por encima de los 200 puntos básicos. Nuevamente es un problema de la deflación cuando tenemos economías muy endeudadas.

Por último, reseñar la importancia de continuar con reformas, pero sensatas y no alocadas. El BCE llega tarde, en mi opinión, y con estas medidas provoca que se tenga que coordinar ahora toda la maquinaria de políticas económicas. En todo caso, estas medidas llegan tarde.

Miguel A. Bernal Alonso, profesor y coordinador del departamento de Investigación del IEB.

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