Estar sentado te está matando
Nuestro organismo no está diseñado para estar sentado: si pasa largas jornadas sin moverse no sólo le hace un flaco favor a su salud, sino que además puede acortar su vida: el sedentarismo se perfila como la próxima encrucijada de la salud pública. Más que ¡Muévete! necesitamos asimilar otro mensaje: ¡Levántate!
Las sociedades industrializadas nos empujan a ello y ya pasamos mucho más tiempo cada día sentados que de pie: piense en las horas que pasa delante de un ordenador en un escritorio y sume las que pasa conduciendo, comiendo, viendo la televisión, leyendo o delante de cualquier pantalla. Casi con toda probabilidad, cuando usted haya comenzado a leer esto, estará cómodamente sentado en una silla o en un sofá.
"Siéntese, póngase cómodo". Con este fin se construyen las oficinas, los aeropuertos, las viviendas... Cualquier edificio que se construye ahora se centra en la idea de que las personas que necesitan esas instalaciones necesitarán sentarse. Esto condiciona todo lo demás", advierte James Levine, investigador de la Clínica Mayo, en Arizona, y principal referente mundial en la materia.
"Hoy día, cualquier actividad pasa por reposar el trasero en una silla: desde el trabajo, hasta la comida o el entretenimiento: todo está condicionado por una sola idea: el confort. Esta idea nos ha llevado a pasar más de la mitad de nuestra vida sentado, sin contar las horas que dedicamos al sueño". Nunca imaginó nuestro cuerpo algo así Los ciudadanos de las sociedades industrializadas pasamos más tiempo sentados que en ninguna otra etapa de la historia. No hay precedentes, y el cambio de costumbres se ha instaurado en apenas 100 años.
El cuerpo humano no está adaptado evolutivamente para pasar largas jornadas sentado, lo que tiene consecuencias muy serias sobre el estado de salud general, efectos que van más allá de defectos posturales o del aumento de peso: cada vez has más evidencia científica de la relación directa entre el tiempo que pasamos sentados y la esperanza de vida.
La última edición de la Guía contra el Cáncer de la OMS adaptada para Europa recoge por primera vez el sedentarismo como factor de riesgo específico para la enfermedad y en Estados Unidos la corriente ¡Standing up! o Just Stand! empieza a calar y a protagonizar campañas informativas como ya lo hicieron el tabaquismo, el consumo de grasas saturadas o las bebidas azucaradas. Si en el siglo XX el tabaco fue la gran epidemia de salud pública, en el siglo XXI la principal encrucijada, junto con la nutrición, será el sedentarismo.
"Estar sentado es una de las peores cosas que usted puede hacer por su salud. Así que hágase un favor: levántese ahora mismo. Lea esto, pero hágalo de pie". Así comienza el libro de Levine Get Up!: Why Your Chair is Killing You and What You Can Do About It, publicado el pasado verano, ene lq que el investigador justifica la necesidad de estas campañas.
"Durante los últimos 25 años he estado estudiando la ciencia de estar sentado. Al principio mis conclusiones se consideraron extravagantes, incluso provocadoras. Sin embargo, en las últimas décadas, casi cada semana se publica un nuevo estudio sobre los nocivos efectos que tiene depositar nuestros cada vez más expandidos traseros sobre la silla".
Según estudios realizados en Estados Unidos, durante nuestra vida adulta estamos sentados una media de 9,3 horas diarias, más de lo que empleamos para dormir (7,7 horas); 6,5 horas al día se emplean en mantener una actividad física moderada, como caminar o estar de pie, y apenas 0,7 horas los dedicamos a realizar una actividad física media o intensa, señala el popular post Why Sitting is Killing Youen el blog Lifehack.
Una reciente encuesta realizada en Reino Unido eleva hasta 12 las horas que pasamos cada día sentado delante de un ordenador o viendo la televisión. Si le añadimos siete horas de sueño, somos sedentarios 19 de las 24 horas del día. Este comportamiento es inaudito para la especie humana. Un mecanismo pernicioso Los últimos hallazgos científicos son concluyentes: sentarse más de 6 horas al día eleva la probabilidad de morir en los próximos 15 años en más de un 40% en comparación con los que sólo se sientan una media de 3 horas al día, independientemente de cuánto tiempo se destine a hacer ejercicio.
Otros estudios concluyen que pasar más de tres horas al día viendo la televisión conlleva un 64% más de riesgo de de morir por enfermedad cardiaca y cada hora extra que se dedica a ver la tele incrementa el riesgo de muerte en un 11% y un reciente metaanálisis de 43 estudios concluyó que cuantas más horas se pasan al día, incrementa un 24% de riesgo de cáncer de colon, un 32% el riesgo de cáncer de endometrio y un 21% el de pulmón, independientemente de cuánto ejercicio se realice.
Y los efectos sobre la salud, no son, ni mucho menos, a largo plazo. Desde el momento en que nos sentamos se desencadena un pequeño colapso celular: la actividad muscular se detiene y el gasto calórico se minimiza a una caloría por minuto, mientras que la liberación de enzimas que ayudan a descomponer las grasas cae un 90%.
Dos horas después, los niveles de colesterol bueno (HDL) descienden un 20%. Y después de 24 horas los niveles de producción de insulina caen en un 24%, lo que aumenta el riesgo de desarrollar diabetes en la misma proporción. Estar sentado minimiza el gasto energético hasta tal punto que hasta mascar chicle le supone al organismo realizar un pequeño esfuerzo.
Hacer ejercicio días alternos durante una hora a la semana no puede compensar por sí mismo los devastadores efectos sobre la salud que tiene estar sentado tantas horas al día. Un cuerpo que habitualmente está de pie metaboliza la energía de manera muy diferente a como lo hace una persona sedentaria, y esto afecta tanto al rendimiento energético como como a la función cerebral del organismo.
Pero además, nos hace engordar: las personas con obesidad pasan sentados 2,5 horas más al día que las personas que se mantienen en un peso saludable. En Estados Unidos, país donde se han investigado los efectos del sedentarismo con más frecuencia y minuciosidad, las tasas de ejercicio para la población general han permanecido inalterables entre 1980 y 2000, mientras que en este mismo periodo el tiempo que se pasa sentado se ha incrementado en un 8% y las tasas de obesidad se han doblado hasta el punto de que ya uno de cada tres americanos es obeso. Una respuesta anómala a una situación artificial Nuestro cuerpo metaboliza la energía disponible de tres maneras diferentes: en primer lugar, las células necesitan energía para producir masa muscular o enzimas que hagan funcionar los órganos del cuerpo. En segundo lugar, utiliza la energía para asimilar los alimentos que ingerimos.
Finalmente, se dedica la parte restante de la energía disponible al movimiento, de dos formas distintas: una vía de gasto energético que se sigue cuando se hace ejercicio aeróbico de manera sostenida, desde el yoga hasta el ciclismo, y otra parte se emplea en las actividades cotidianas que implican movimiento en reposo, tales como limpiar, dar vueltas mientras se habla por teléfono o caminar o correr unos segundos para coger el autobús.
El equipo de Levine ha denominado a esta última termogénesis por actividad sin ejercicio (NEAT en sus siglas inglesas): cuando se reduce al mínimo por un estado de reposo constante y prolongado, lo cual induce a una respuesta anómala de la insulina, el exceso de peso, la acumulación de grasa corporal, altos niveles de colesterol y triglicéridos y una respuesta anómala de la insulina.
"La actividad celular también también se frena y el cuerpo se adapta a esta nueva situación, con lo que cada vez es más difícil hacer el esfuerzo de levantarnos del sofá o de la silla. Un organismo habituado al reposo quema una media de 300 calorías diarias, mientras que un camarero, por ejemplo, gastaría 1.300 calorías más cada día sólo por el hecho de estar moviéndose», explica Levine en un artículo de la revista Time. ¿Podemos dar la vuelta a esta situación? "Por supuesto", señala el investigador. "Al igual que se puede educar a nuestro cerebro para preferir estar sentado, cuanto más nos movamos antes le acostumbraremos al movimiento, lo que además, redundará en una mayor productividad y creatividad".
Levine pone como ejemplo un estudio realizado por su equipo en Rochester, Minessota, en colaboración con Apple, en el cual se comparó el rendimiento de alumnos en una clase convencional, sentados frente al maestro, en comparación con una clase innovadora que requería más la participación activa de los alumnos, los cuales necesitaban ponerse en pie con frecuencia.
Durante dos meses se midió su actividad NEAT mediante sensores y los resultados fueron sorprendentes: los alumnos que más se movían estuvieron más atentos en clase, se tomaron muchos menos descansos para ir al servicio e incluso tenían más ganas de hacer los deberes y mejoraron las relaciones con sus compañeros y sus familias. En aquellos en los que se dobló la NEAT, el rendimiento académico mejoró en un 20%.
Otro estudio de la Universidad de Chester, en Reino Unido, concluye que cambiar la rutina de estar sentado constantemente por la de permanecer de pie sólo tres horas al día durante un año tiene el mismo efecto sobre el organismo que correr 10 maratones.
¡Levanta!: una orden que si tiene un hijo pequeño, le habrá dado más de una vez, sin ser consciente de atribuirle la dimensión vital que tiene.
Lea más en: ¡Levántate! Diez gestos que mejorarán (y alargarán) tu vida
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